Las enfermedades de transmisión sexual (ets) son las afecciones más comunes de cualquier sociedad. casi la mitad de la población sexualmente activa está contagiada por una o más de ellas. algunas infecciones, aunque se adquieren a veces por contacto sexual, también en ocasiones lo hacen por otros mecanismos, como ocurre con la hepatitis. sin embargo, en ausencia de relaciones sexuales, la infección por agentes exógenos (de origen externo) ocurre sólo excepcionalmente.
Hay que destacar que muchas de las ets se transmiten de modo más eficaz del hombre a la mujer, y que ellas son más proclives a padecer las infecciones de forma asintomática (sin manifestaciones clínicas), por lo que resulta más difícil su diagnóstico en las mujeres. esto implica una mayor tasa de complicaciones a largo plazo, ya que no son tratadas, y tienen mayores secuelas posteriormente, incluyendo algunas graves como infertilidad, complicaciones del embarazo, transmisión de la enfermedad al recién nacido, etcétera.
Las ets clásicas eran cinco: sífilis, gonorrea, chancroide, linfogranuloma venéreo y granuloma inguinal. actualmente la lista es más amplia, ya que se conocen hasta 25 microorganismos capaces de dar lugar a 50 síndromes. dentro de los microorganismos transmitidos sexualmente destacan: bacterias (gonorrea, clamidia, sífilis, estreptococo…), virus (herpes, hepatitis, papiloma humano, sida, etcétera), hongos (candidiasis), protozoos (trichomona, giardia…), ectoparásitos (causantes de ladillas…).
Una vez detectada una enfermedad de transmisión sexual hay que descartar que no haya más, ya que a menudo se asocian varias a la vez.
Puesto que los principales factores de riesgo en la adquisición de ets son el inicio precoz de las relaciones sexuales, tener varias parejas sexuales y no utilizar métodos anticonceptivos, su prevención debe ir encaminada a cambiar estas actitudes, resultando fundamental la utilización de métodos anticonceptivos de barrera como el preservativo.